El Tiempo en Corrales de Buelna,Los

02 agosto 2016

EL MISTERIOSO CASO QUE SUCEDIÓ HACE 30 AÑOS Y SIGUE SIN ESCLARECERSE

EL MISTERIO DEL NIÑO QUE SE EVAPORÓ EN SOMOSIERRA ENTRE EL ÁCIDO Y LA DROGA 
Un niño murciano protagonizó la desaparición más desconcertante y de mayor extrañeza ocurrida en el viejo continente durante las últimas tres décadas. El misterio ha rodeado en todo momento tan enigmático caso y dado pábulo a numerosas teorías.
¿DISUELTO EN ÁCIDO SULFÚRICO?
La crónica del suceso se iniciaba con las primeras luces del día. Un camión descendía velozmente. Los neumáticos chirriaban y la carga se tambaleaba amenazadoramente. Los vehículos que transitaban en sentido contrario tenían que apartarse hacia el arcén para evitar la colisión.
En una curva derrapó, volcando aparatosamente. Los agentes de la Benemérita empezaron a poner orden en el caos circulatorio.
La atmósfera empezaba a hacerse irrespirable. Al haberse mezclado el ácido del camión con el rocío se produjo la ignición y, lo que era más preocupante, amenazaba con proseguir por la ladera hasta los márgenes de un afluente del río Duratón. Había que sofocar el conato de incendio y controlar el tráfico en medio de una auténtica nube tóxica.
Se solicitaron grandes grúas para retirar la cisterna y otros vehículos accidentados. También el envío urgente de 15.000 kilos de cal, como neutralizante del fuego.
La Guardia Civil tuvo que actuar con rapidez para evitar males mayores. La noticia del espectacular accidente se difundió en los informativos de TVE. Al poco se recibía una llamada de la madre del camionero informando de que en el vehículo también viajaba un hijo de éste. Los agentes de la Benemérita inspeccionaron de nuevo la cabina, pero del niño no había ni rastro. Comenzaba el misterio.
Tras recibir la noticia de que eran tres personas las que viajaban en el camión los bomberos abrieron con cortafríos la cabina en busca del chaval. No encontraron nada del chico. Se pensó entonces que podía haber quedado totalmente diluido por el compuesto químico, pero cuando los técnicos examinaron el escenario, tras extraer los cadáveres de los padres del amasijo de hierros, desecharon tal hipótesis.
En el supuesto de que la carlinga hubiera hecho el efecto de bañera y, como consecuencia, se hubiera descompuesto el cuerpo –se necesitan dos semanas para que se disuelva un trozo de carne–, los huesos, convertidos en fosfato, habrían permanecido flotando sobre la solución. Además hay elementos como dientes, botones y otros muy difíciles de disolver en ácido.
De inmediato se emprendió una intensa y exhaustiva búsqueda con ayuda de la Cruz Roja y el vecindario. Más de diez mil personas participaron en las labores de rastreo por toda la zona. Los haces luminosos de las linternas escrutaron matorrales, recodos, montículos, riachuelos…
Se inspeccionó la sierra en un radio de 30 kilómetros a base de helicópteros y perros adiestrados. Pero no se encontró ni una sola pista, marca o huella. El chaval parecía haberse esfumado.
EXTRAÑAS PARADAS DEL CAMIÓN
Realizadas las primeras indagaciones se supo que los fallecidos eran Andrés Martínez Navarro, chofer y propietario del Volvo F-12, y su esposa, Carmen Gómez Legaz. El camionero tenía que desplazarse desde Los Cánovas, una pedanía de la localidad murciana de Fuente Alamo, hasta Bilbao. El porte que llevaba eran 20.000 litros de ácido sulfúrico olium, de 98 grados de pureza, con destino a una empresa petroquímica de Bilbao.
Decidió llevarse a su hijo, Juan Pedro, de 10 años, como premio al buen resultado escolar de fin de curso. Además, aquel 24 de junio de 1986, era su santo. Su esposa les acompañaría para que estuviera pendiente del chaval.
Tras repostar en la Venta del Olivo, a pocos kilómetros de Cieza, siguió viaje hasta el pueblo coquense de Las Pedroñeras, aparcando en el área de descanso. El personal de la gasolinera les observó, apenas pasada la medianoche, dando una cabezada. Al rato reemprendían camino por la nacional 301. Había poco tráfico en la N-IV y pronto alcanzó Madrid.
El recorrido se desarrollaba con total normalidad. El mesón El Maño fue el último lugar donde vieron a los tres juntos mientras desayunaban. El camarero que les atendió observó después cómo montaban en la cabina y reemprendía la marcha.
El resto de lo que se sabe son los datos recogidos en el tacógrafo. El vehículo llegó a realizar, subiendo el puerto, hasta doce paradas. Algunas de diez o quince segundos, lo que no servía para cubrir ninguna necesidad fisiológica y menos mecánica. Una vez alcanzada la cima se lanzó cuesta abajo a 140 kilómetros a la hora. Hasta que volcó en una curva.
Inicialmente se comentó, como decíamos antes, que el niño podía haber sido consumido por el ácido sulfúrico, pero a los padres les estuvo cayendo líquido encima y apenas les causó quemaduras.
LA CAMPAÑA DE BÚSQUEDA
Los abuelos y tíos de Juan Pedro iniciaron una masiva campaña de búsqueda. Tras gastarse un par de millones de pesetas en una gran labor de rastreo tuvieron que solicitar ayuda para proseguir por toda la geografía nacional. Colocaron 85.000 carteles en calles y especialmente en fachadas de centros escolares, ayuntamientos, oficinas de correos, etc. Esperaban que la ciudadanía respondiera a tan angustiosa demanda de los familiares.
Demasiadas han sido las llamadas desde entonces intentando facilitar datos sobre el paradero del niño. Aparentemente reales unas, fantasiosas otras…
TRÁFICO DE HEROÍNA
Empezaron a barajarse toda clase de teorías en torno a tan desconcertante suceso. Al tiempo fue adquiriendo fuerza la de que había por medio alguna red de tráfico de drogas. Existían organizaciones criminales que utilizaban transportes de mercancías peligrosas para trasladar estupefacientes desde puntos del litoral mediterráneo del sureste a otras zonas de la península.
La familia intentó atajar el rumor: "Andrés no estaba implicado voluntariamente en dicho negocio". Voluntariamente, he ahí el quid de la cuestión.
Apuntaban algunos a que podía haber sido presionado y posteriormente retuvieran al niño para garantizarse que efectuara el delictivo traslado. Había adquirido un camión de segunda mano por cinco millones de pesetas, que pensaba pagar a plazos. Dos meses antes del accidente tuvo que efectuar una reparación en la caja de cambios y en los frenos por valor de 700.000 pesetas. Arrastraba una buena deuda.
Por ello existía la posibilidad de que personas conocedoras de su crítica situación aprovecharan para ofrecerle un porte de droga. Puede que, agobiado por tal situación, aceptara inicialmente o que, coaccionado de modo directo, accediera a ello. Y quizá en alguna de las continuas paradas que efectuó durante el ascenso al puerto le forzaron, desde el coche lanzadera, a llevarse a su hijo en calidad de garantía hasta que entregara el alijo en su destino final.
Después se produjo el accidente y el niño, merced a su forzosa retención, salvó de momento la vida, pero para quedar en manos de una peligrosa banda de narcotraficantes. Un incómodo testigo al que pudieron eliminar al poco.
"COGIERON AL CRÍO DE REHÉN"
El portavoz de la familia, Juan García Legaz, era categórico en sus manifestaciones: "Cerca del lugar del siniestro había un control policial. Está claro que los traficantes de droga obligaron a parar el camión y cogieron al crío de rehén, forzando circunstancialmente al padre a efectuar el transporte de droga".
¿Qué fue de Juan Pedro?, es la pregunta que se hacen muchos. Tal vez sólo los valles que rodean el puerto de Somosierra lo sepan, pero su silencio es imperturbable. Nunca podrán contarlo.
Fuente: EL ESPAÑOL

No hay comentarios: